jueves, 7 de junio de 2012

Vista de lince



Como mencioné en el pasaje "El primero de la clase", para muchos Bola de Dragón supuso el mismo impacto (o más) del que fue en su día Mázinger Z.

Desde primera hora me encantaban las historias de Gokuh y sus amigos, y el éxtasis lo encontraba en los Campeonatos Mundiales de las Artes Marciales. En ellos, luchadores de todo el mundo se reunían para decidir quién era el más fuerte, por lo que miles de personas acudían a disfrutar del evento con la gran ventaja de que no había problemas de aparcamiento, puesto que pulsando un simple botón los coches se metían dentro de una capsula de bolsillo llamada "Hoi-Poi".

Del primer Torneo, podría destacar a varios luchadores como Bacterian, Ranfán, Krilín, y un largo etcétera  del que hoy hablaré de uno con un corazón especialmente noble: Nam. El pueblo de este luchador de rasgos hindúes estaba ubicado en el desierto y llevaba muchos años de sequía, por lo que sus habitantes comenzaban a correr peligro de morir de hambre y sed. Como posible solución, reunieron el poco dinero que tenían entre todos para que su mejor luchador pudiera intentar ganar el mencionado torneo, y así poder comprar la suficiente agua que pudieran paliar el duro agostamiento.

A pesar de todos los esfuerzos de Nam, tras un espectacular combate cayó derrotado frente al habilidoso Gokuh, y toda la esperanza de su pueblo parecía desvanecerse hasta que nuestro hoy protagonista mantuvo una conversación con el Maestro Mutenroshi. Como era conocedor de su problema, el gran Maestro le planteó un par de cuestiones y le dio una solución:

  • Incluso habiendo ganado el Torneo, habrían tomado a Nam por loco al querer comprar tanta agua.
  • De haberla comprado, tampoco había pensado cómo transportarla a su pueblo. 
  • Justo al lado de donde se desarrollaba el Torneo había un pozo con muchísima agua, y con una mínima parte del dinero que tenía podría haber comprado una cápsula Hoi-Poi, y así llevarse toda la que necesitara (El Maestro le regaló una que ya no usaba).

En muchas ocasiones los problemas más complejos tienen sencillas soluciones, y...

...en esta vida hay que tener vista de lince.

Fotografía con licencia CC cortesía de Óscar Palmer


4 comentarios:

  1. Lo sabía, lo sabía...el maestro tortuga conocía a Guillermo de Ockham y su navaja.

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  2. Muy bueno Pepe, que cierto es que a veces las soluciones a los problemas son más simples de lo que parecen, pero el problema está en como entrenar esa vista de lince que nos permita ver las cosas de la manera que realmente son.

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  3. Ante todo muchas gracias por participar, caballero. Como buen fan de Bola de Dragón que eres, tu comentario tiene mayor valor.

    Evidentemente la dificultad radica en "entrenar" esa habilidad de "vista de lince". No obstante, el primer (y gran) paso para hacerlo es tomar conciencia de su necesidad, y saber que ante varias posibles soluciones la más sencilla es posible sea la más efectiva (como señala Nico). Aparcar el obtusismo y primar la percepción a la ejecución puede ser el camino que guíe los siguientes pasos.

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